sábado, 25 de julio de 2009

Sor Fanny muere en Cantaura

1. El 4 de octubre de 1982 una muchacha bella, de nariz perfilada, se cepilla la larga cabellera negra para limpiarla de briznas, bachacos, hormigas, y apoya la cabeza sobre el morral.

La llovizna matinal pega al cuerpo la ropa de campaña. La noche ha sido dura. Todo ha sido duro para sor Fanny Alfonso desde hace doce años, cuando resplandeciendo en un traje de fantasía recibió la corona y el cetro de Reina de la Primera Feria de la Cruz y del Mar de Puerto La Cruz.

2. Lejos ascienden aeronaves color de cieno. Primero los helicópteros agobiados de cohetes y ametralladoras punto 40. Luego los Broncos cargados de bombas y artillería ligera. Al fin, los Canberra, flechas de propulsión a chorro con bombas, cohetería y ametralladoras. Escrutan en los instrumentos el rumbo hacia el hogar ancestral de nuestros antepasados kariña: la mesa de Guanipa. Los planes de vuelo marcan un blanco de nombre melancólico: Mare Mare, nombre del cacique o la deidad o el indígena que muere infinitamente en una elegía que también parece infinita: Mare Mare se murió/ en el sitio de Angostura/ ¿De qué murió Mare Mare/ si no fue de su amargura?

3. Quizá comienza la amargura de sor Fanny al estudiar Sociología en la Universidad de Oriente en Cumaná.

Quizá pone mal gusto en su vida leer sobre tanta pobreza para tantos y tanta riqueza para tan pocos. Quizá la vida no se estudia en libros. Los intelectuales consagrados abominan del compromiso.

Sor Fanny hace trabajo político en los sindicatos del calzado, en Petare, en El Cementerio. La fichan todos los aparatos represivos. La Reina de la Cruz y del Mar cambia los vestidos escotados por la camisa de caqui, el jean gastado, las botas Frazzani y la gran cartera donde el perseguido lleva todo lo que tiene, porque no sabe si volverá a dormir donde amaneció. Un frasquito de crema de almendras y un cepillo suave para el pelo es todo lo que conserva de otra vida que hubiera podido ser más amable, más falsa.

4. Mil quinientos efectivos militares cercan Mare Mare. Los preceden disips encapuchados. La Mesa de Guanipa es plana, con pastos ralos apenas punteados de matorrales y escasísimos árboles. El peor terreno para que decenas de guerrilleros y estudiantes se reúnan a discutir sobre su estrategia después del terrible golpe de la captura de su principal dirigente, Gabriel Puerta Aponte.

5. Quienes conocieron a sor Fanny la recuerdan como mujer que aparenta carácter fuerte y argumenta con vehemencia pero que es en realidad muy sensible.

Llora con facilidad, es incansable y muy trabajadora. De escondite en escondite, se gana la buena voluntad de todos porque asume la protección de las jovencitas y es magnífica cocinera. Una amiga cuenta que pechereó a un hombre que les faltó el respeto. Otra, que escapó de ser violada por tres maleantes luego de una pelea que la llenó de contusiones. Las reglas de seguridad mandan que al cambiar de escondite debe romper todo vínculo con la familia del alma de los solidarios.

Sor Fanny no se resigna a esa muerte periódica de su mundo. A veces, rompiendo la seguridad, restablece contactos. El cerco represivo urbano se hace tan fuerte que se incorpora a la guerrilla como comandante Patricia, en homenaje a su madre, Patricia Salazar.

6. Los vecinos de la zonas saltan al sentir vuelos rasantes de aviones, explosiones, tableteo de ametralladoras.

Ricardo Matheus narra que “con los aviones Bronco bombardearon la zona, luego llegaron los helicópteros para barrer el bosque con sus ametralladoras punto 50 y por último de nuevo desde los aviones Bronco dispararon cohetes y bombas en circunferencia amplia, donde permanecían no sólo guerrilleros al margen de la ley, sino trabajadores del campo quienes fueron alcanzados por los proyectiles disparados desde diferentes ángulos y por la onda explosiva de las bombas” (2001, 6-10-82, p. 30). El gobernador copeyano de Anzoátegui, Abdel Muhammad, niega que se hayan empleado bombas. Pero Eduardo Rivero Olmos testifica que “En las poblaciones urbanas y ciudades cercanas se insiste con indignación en la muerte de numerosos civiles, entre ellos 7 indígenas y un número indeterminado de campesinos. Aseguran, los que esto sostienen, que los cadáveres de estos civiles han sido sepultados en el mismo sitio de los acontecimientos.

Otros dicen que no ha sido necesario ya que los cuerpos quedaron despedazados por las bombas y la metralla de los aviones Bronco” (El Mundo, 7-10-82).

7. Quisiera saber, quisiera no saber cómo son los últimos instantes de los fugitivos que sólo tienen ideas indestructibles y armas oxidadas contra el bombardeo de saturación que los diarios llamarán “operación exterminio”. Quizá sor Fanny ve caer al catire Antonio Rincón, primer comandante del “Frente Américo Silva”.

Quizá auxilia a la bella María Luisa Estévez, que cae herida en las piernas. Quizá lo último que escuchan son estampidos secos: tiros de gracia.

8. María Luisa es hija de un piloto de Viasa y de una propietaria de caballos purasangre, Vicenta Maruja Arranz de Estévez, calderista sin filiación política. Tras la exhumación, ésta declara que “todos esos muertos presentaban heridas por armas de fuego en las piernas y en la cabeza (...) sólo cuatro de los cadáveres tenían sus cuerpos cubiertos con uniformes militares y el resto, a excepción de su hija, estaban desnudos”. Concluye la señora Arranz que sólo lo uniformados eran guerrilleros, y los demás, estudiantes (El Nacional, 14-10-82, D-24).

9. La evidente disparidad de bajas -23 muertos entre los rebeldes contra uno en el Ejército- confirma la convicción de que se trata de una ejecución en masa. El “Viernes Negro” del 18 de febrero de 1983 colapsa el sistema bipartidista.

La masacre se vuelve su forma esencial de contacto con el pueblo: Yumare, El Amparo, el Meridazo, el Caracazo.

Tantos nombres, tan recordados, y tantas hecatombes, tan impunes.




Luis Britto García

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